martes, 20 de julio de 2010

Non credo - Sobre la amistad

No creo en la amistad.
Al menos no creo en esa amistad almibarada que se renueva todos los veinte de julio y que consiste en salir a comer y a tomar algo, en felicitarse con gente a quien despreciamos y que vive clavando la mandíbula en una mueca que semeja una sonrisa y te desea “lo mejor” ya sea en Navidad, en Pascuas, en el Día del Perdón, el Día de la Raza o el 17 de agosto fecha en que se recuerda la muerte de San Martín.

No creo en la amistad como la entiende la Real Academia Española: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato

Pero tampoco creo en la otra amistad como mito, como grandilocuencia, como paroxismo de las relaciones humanas…

Sándor Márai en esa excelente novela titulada El último encuentro desentraña algunas cuestiones respecto de la amistad…
“No el placer momentáneo que sienten dos personas que se encuentran por causalidad, a la alegría que les embarga porque en un momento dado de su vida comparten las mismas ideas acerca de ciertas cuestiones, o porque comparten sus gustos y sus aficiones… A veces pienso que la amistad es la relación más intensa de la vida… y que por eso se presenta en tan pocas ocasiones… La amistad es la relación más noble que puede haber entre seres humanos… Generalmente, las relaciones basadas en la simpatía entre los seres humanos han terminado ahogándose en los cenagales de la egolatría y la vanidad… El amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias. ¿Qué valor tendría la amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca recompensa? (…) Tenemos que soportar que las personas que amamos no siempre nos amen, o que no nos amen como nos gustaría. Tenemos que soportar las traiciones y las infidelidades, y lo más difícil de todo: que una persona en concreto sea superior a nosotros, por sus cualidades morales o intelectuales… Esto sería el ideal. Ahora hace falta saber si vale la pena vivir, si vale la pena ser hombre sin un ideal así”.

Yo no creo en este tipo de amistad, no creo que exista, bueno, tampoco creo que existan el inconsciente, el vellocino de oro, ni el caldero celta de la abundancia… Y como Dios tampoco cree que exista yo, estamos a mano…

Perdonen si descascaro el mito argentino de la amistad, pero no creo en los amigos y no creo en mí como amigo… He defraudado a mucha gente, mucha gente se ha sentido traicionada por mí… Demasiadas personas se han escurrido de mi vida como la harina entre las manos como para seguir creyendo en la amistad… ¿Qué fue de Beto, de Luis, del Tano? ¿Dónde andarán Pajarito, que jugaba a la pelota como ninguno? ¿O el Caballo que pegaba como pocos? ¿En que misterios se quedaron Fernando, que soñaba con ser presidente? ¿o los muchachos de Derecho que decían soñar con un país más justo? ¿Qué copas alzarán y qué canciones cantarán la buena muchachada de La Prensa? ¿A dónde van los amigos olvidados?

David Trueba, el escritor español, comienza su libro Cuatro Amigos con esta frase: “Siempre he sospechado que la amistad está sobrevalorada. Como los estudios universitarios, la muerte o los penes largos. Los seres humanos elevamos ciertos tópicos a las alturas para esquivar la poca importancia de nuestras vidas. De ahí que la amistad aparezca representada por pactos de sangre, lealtades eternas, e incluso mitificada como una variante del amor más profunda que el vulgar afecto de las parejas. No debe ser tan sólido el vínculo cuando la lista de amigos perdidos es siempre mayor que la de los amigos conservados… La amistad siempre me ha parecido un fósforo que es mejor soplar antes de que te queme los dedos”.

Yo no creo en la amistad, lo reconozco. Pero sí creo en los gestos. Creo en algunos momentos de amistad, en ráfagas, instantes, fogonazos de amistad…

Como aquella tarde en el potrero cuando Pappo, el mejor jugador de todos me dio un pase servido para que hiciera el gol del campeonato y me luciera frente a Daniela (aunque a decir verdad ella mirara para otro lado)

Como aquella noche en que Caballo fue trompeado por varios y salté a hacerle el aguante aunque me terminaran trompeando a mí también…

O aquella vez que en la Facu, Lucas me dijo: “Es tuya, flaco, si te gusta tanto es tuya. Me hago a un costado”. Con Lucas también lloramos en el bar de la Facu cuando lo dejaron afuera a Maradona en el 94 ¿eso cuenta como amistad?

O cuando Daniel peleó por mí para que me aceptaran en un trabajo al que no me querían ver ni en figuritas. Y tal vez yo no lo merecía.

Creo en algunos amigos cuando estuvieron en las buenas y en las malas, cuando se bancaron su propia envidia y cuando no sintieron oculto placer en verme derrotado por la vida.

Y, claro, también, creo en que fui amigo de mucha gente algunos instantes.

Como dice Emile Ciorán: Derrochado mi dogmatismo en juramentos falsos, ¿qué puedo hacer sino ser escéptico?

Trueba dice que un amigo es aquel en que vos confías que en tu mayor momento de borrachera, él va a ser capaz de llevarte hasta tu casa, dejarte sentado en el umbral y tocar el timbre.

Yo creo que la amistad es apenas un poquito más. Es como aquella noche que después de una curda con vino bien barato, Mariano, Beto y yo decidimos emprender la retirada. Antes nos fijamos quién estaba peor que quien. Y decidimos llevarlo a Beto, cuando llegamos a la puerta de su casa, él dijo, no che, Mariano está peor que yo…acompañémoslo a él. Cuando llegamos a lo de Mariano, Mariano dijo, no, che, el peor es Hernán, y me llevaron a mí. Pero el peor era Beto, y después Mariano, y después yo, y después Beto, y anduvimos en esa danza y contradanza esquivando baldosas hasta que nos descubrieron las primeras luces del día.

No sé por qué siempre que pienso en la amistad recuerdo aquella escena. Tal vez porque me parece una buena metáfora. Tal vez, porque la amistad no sea otra cosa que eso, sostenerse mutuamente como borrachos en esta noche oscura que es la vida.

Publicada en el diario Crítica - 20 de julio de 2009

4 comentarios:

  1. genial...a miles de kilometros de toda la gente que he amado, realmente creo en lo que decis

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  2. No creo en las amistades eternas. Creo en los amigos. Los que nos hemos cuidado mutuamente. La morada de los consuelos. La alegría indjetivable del abrazo.

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  3. Yo creo que muchas personas fácilmente se sienten amigos, sin profundizar. Creo que la dinámica de esta humanidad facebookera y twittera, nos permiten hablar más bien del “día del conocido”, del “apenas conocido” o del “casi extraño”. Es cierto, hoy muchas personas coleccionan amigos virtuales y compiten por ver quien tiene más seguidores. Claramente, todo esto no es amistad. Pero yo creo que la amistad es un sentimiento profundo y verdadero y así es que se da en muy pocas ocasiones, también comparto la idea de que es sostenerse y ser capaz de priorizar al otro, al menos de a ratos. Es eso, todo lo demás es pura puesta en escena y la amistad se da naturalmente. Algunos necesitan exhibirse con amigos, cenar con amigos, mostrarse amigables y queridos. Una amistad sincera puede ser secreta, pasar inadvertida para el resto del universo. A mí tampoco me gustan las cenas del día amigo. La amistad es confianza, es no tener miedo a que te juzguen. Es comprensión. Es solidaridad. Muy linda, tu nota Hernán, la verdad hace más de un año me paso inadvertida, pero llegué a ella hoy por casualidad, y me gusta mucho. Te felicito.

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  4. Mucha sinceridad, y eso es inusual para hablar de la amistad. Y mucho sentimiento al recordar a tus amigos, que lo son, sí señor, porque son gestos... pero es la suma de gestos a través de la vida lo que nos hace sentirnos amigos de alguien.
    ¿Sabés que reflexiones como estas hacen que te quiera más?

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