domingo, 11 de julio de 2010

La democracia de los bárbaros - Editorial de Tiempo Argentino

Hernán Brienza
Esta es la frase más difícil de escribir por estos días porque es dolorosamente cierta: Cuando el ex dictador Jorge Rafael Videla se paró frente al tribunal que lo enjuiciaba y asumió toda la responsabilidad sobre la represión ilegal y justificó el horror desatado hizo lo que correspondía a un jefe militar como él. Quien esperaba un gesto de arrepentimiento, de recogimiento, de piedad, lo hacía porque no conoce la peor cara del género humano. Se podría hacer demagogia intelectual y hablar de los fantasmas desatados por sus palabras, de su malignidad; incluso demonizarlo, escribir que a través de sus palabras habló “el que quiere dividir” –como diría el cardenal Jorge Bergoglio, que dicho sea de paso echó mano a Satanás para hablar del matrimonio igualitario pero no para condenar las violaciones a los derechos humanos (la Iglesia sigue teniéndole más miedo al amor en cualquiera de sus formas que a la muerte y las torturas)-. Pero más útil que denunciar, intentar ponerle palabras al infierno, y sumarme al coro de los que se desgarran las vestiduras acusándolo de hipócrita, cínico y otros epítetos similares, creo que es obligatorio entender su gesto político e histórico.
Comprender a Videla es un imperativo para todos aquellos que desean que en nuestro país no se produzca nunca más un genocidio como el de la última dictadura militar. Hace algunos años escribí sobre la posibilidad de aplicar el concepto de banalidad del mal -Hanna Arendt, en su libro Eichmann en Jerusalén- para entender cómo funciona la cabeza de quienes desataron el horror en la Argentina. Allí comprendí que no hay una disposición natural ni individual para el “mal radical” –concepto Kantiano si los hay-, si no que basta con ser un humano como cualquier otro con un “adormecimiento de la conciencia del mal”. Es decir, no es que el daño que está cometiendo esa persona sea banal o que no sea conciente de lo que está realmente haciendo; la cuestión fundamental es que esa persona tiene mermada la capacidad de valorar moralmente sus actos. Es decir, cree que el mal que comete está banalizado por una justificación. Lamento informar que ese adormecimiento, en el caso de Videla, se llama idealismo o utopía.
Videla consideró que cualquier “sacrificio personal” era necesario para cumplir su utopía de imponer el nacional-catolicismo en su país. Es decir, hay que tener la mente fría para comprender que el ex dictador es un idealista que impone su idea por sobre la vida real, a toda costa y aún a riesgo de convertirse él mismo en un carnicero. Porque se trataba, sin duda, de “una guerra de Dios” en la que debían erradicar al comunismo y a la subversión del “Reino en la Tierra”. Lo curioso es que gracias a los acuerdos comerciales con la Unión Soviética muy poco militantes comunistas fueron desaparecidos y cayeron, en realidad, además de combatientes de organizaciones armadas, miles de militantes peronistas y delegados del movimiento obrero organizado. Por lo tanto, Videla y los suyos (ese gran consenso cívico-militar) arremetieron no contra fantasmas internacionales imaginarios sino contra un país real, muy real.
En este esquema de adormecimiento y justificación, que Videla haya dicho lo que dijo no es ninguna novedad. Es más, no es otra cosa que un gesto político dirigido a buscar consensos en vistas al futuro. Videla abroqueló a los suyos y los representó. Se hizo cargo como jefe militar.
La dictadura militar fue el brazo armado de una elite dominante que quiso desarticular el país que habían logrado instalar primero con timidez el Yrigoyenismo y con “fervor barbárico” el peronismo. La palabra “reorganización” alude directamente al proceso de “organización” nacional -armado a fuerza de bayonetas contra los caudillos federales por Bartolomé Mitre- de la década de 1860. Es decir, la dictadura surgió como una necesidad de la vieja elite dominante para borrar de la historia un modelo de país montado sobre la experiencia de los gobiernos nacionales y populares. Y su principal construcción fue ese Estado de Bienestar criollo, que se asemeja a los modelos europeos de post-guerra, pero que disiente en su estética, su idiosincrasia, su elegancia retórica. El peronismo, en su lógica acuerdista, corporativista, se emparentó con el llamado Estado de Compromiso, donde los grupos económicos antagónicos pactaron para llevar adelante un proyecto político, económico, social determinado dentro de un país. Se trató, claro, de una experiencia contradictoria, con avances y retrocesos, con agachadas, dignidades, con desigualdades, pero con una lógica democratizadora, inclusiva y distributiva incuestionable.
Si hay un actor cuya suerte quedó sellada a ese modelo fue el movimiento obrero organizado, concretamente la Confederación General del Trabajo, unificada y poderosa, capaz de poder marcarle el paso a una clases dirigente que, de no haber existido un contrapeso, jamás habría salido del esquema de país anterior al peronismo y al que quiso volver entre 1976 y el 2002. Las 62 Organizaciones peronistas, por ejemplo, fueron durante los años difíciles la plomada que equilibraba ese Estado de Bienestar imposible de desarticular hasta la dictadura militar.
Claro, la imagen de los dirigentes gremiales siempre ha sido bastardeada por los medios de comunicación empresariales. El mote de “gordos” ya es de por sí bastante peyorativo, y a eso se le suma las sospechas de matonismo, burocratización, autoritarismo, corrupción, colaboracionismo –cualidades que bien podían ser aplicadas a otras corporaciones como la Iglesia, el Ejército, la Sociedad Rural y la UIA, por ejemplo- que hacen que el sindicalismo argentino sirva como chivo expiatorio para los sectores de clase media y los sectores hegemónicos. Nadie puede negar que muchos dirigentes obreros resultan impresentables para la sociedad civilizada. Y que algunos de ellos, como Luis Barrionuevo o Armando Cavallieri, son francamente un modelo de antidirigente gremial.
Pero repasemos algunos hitos históricos: Contrapeso obligatorio de la burguesía industrial a favor de los trabajadores durante el primer peronismo, hacedores de la Resistencia en pleno contraataque represivo de la dictadura de Pedro Aramburu, constructores del andamiaje de cobertura social más progresista de América Latina –clínicas, mutuales, hoteles-, sostenedores del Pacto Social durante la gestión de José Ber Gelbard, derrocamiento de José López Rega. Mientras la mayoría de las organizaciones civiles se hacían las distraídas, el movimiento obrero realizaba en 1979 el primer paro general contra la dictadura y fue la CGT Brasil, con los 25 y Saúl Ubaldini, la que horadó la hegemonía de la dictadura. Fuel el MTA de Hugo Moyano, uno de los primeros actores sociales en oponerse al menemismo, mientras la mayoría de la clase media optaba entre Brasil y Miami para irse de vacaciones, y es la CGT la que acompaña el actual proceso político que incluye paritarias, mejoras para el sector del trabajo, una política paulatina, a veces insuficiente, claro, de redistribución del ingreso y un modelo productivo inclusivo.
Resulta por lo menos paradójico, entonces, que el movimiento obrero haya tenido gran presencia en los procesos dinámicos de la sociedad y estuviera ausente –o fuera su principal víctima- en los momentos de concentración de la riqueza y de represión del pueblo. El progresismo argentino en todas sus vertientes –si quiere tener una política real de administración del poder- debería tomar nota del rol histórico que ha jugado el sindicalismo argentino. Porque es cierto que, desde una mirada sarmientina, Moyano y su troupe son algo así como una “armada Brancaleone”, o los “piratas del Caribe”, mezcla de “ladronzuelos pragmáticos y simpaticones”. Tan cierto como que Videla es un señor pulcro e idealista. Y una vez más la diferencia no está en los valores individuales ni, incluso, en los horrores desatados, sino en las opciones políticas: es decir, si juegan para el brutal equipo de los civilizados o para la imperfecta “democracia de los bárbaros”, como la llamaba Juan Bautista Alberdi.
11 de julio de 2010

2 comentarios:

  1. Excelente artículo Hernán.
    Es alentador leer cosas que nos permiten reflexionar y clarificar ideas.
    Gracias.

    Greta Romario

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  2. a continuación les hago llegar un mensaje de la coordinadora del FORO DE RECURSOS NATURALES DE LA FACULTAD FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES DE LA UBA al cual pertenezco:

    ***

    En estos días se discute acerca de la Ley de Glaciares a raíz de su PRONTO TRATAMIENTO, EL MIERCOLES 14 DEL PRESENTE MES, en el ámbito de la cámara de Diputados.
    Es un tema verdaderamente difícil y mucho me temo que a pesar del empeño por disertantes y conductores de diversos programas de divulgación en distintos medios (Adosvoces en TN por Silvestre y Bonelli y La mañana en radio Continental porVíctor Hugo ), el tema no ha resultado comprensible para el público en general.
    Motiva este comentario el conocimiento que tengo sobre el mismo como docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales además de integrante del Foro de Recursos Naturales que funciona en esta casa de estudios.
    La facultad cuenta con el mejor especialista en el tema, la persona que probablemente más conozca de ese ambiente por haberlo caminado a lo largo y lo ancho del país. Es el Dr Luis Fauqué, geólogo de la casa. Además del conocimiento técnico pertinente, Fauque ha elaborado un estudio comparado de todas las leyes que hoy se debaten y puede explicar las ventajas y desventajas de una y otra.
    Considero de sumo interes para la población en general que esta opinión sea hecha pública a través de su presentación en su espacio. Realzaría la calidad de lo debatido hasta hoy el poder explicar este tema en un lenguaje correcto y comprensible para todos pero con el enorme aval del conocimiento específico que ninguno de los disertantes que hemos escuchado poseen.
    Atentamente, Dra. Gabriela Hermitte
    ghermit2002@gmail.com
    foro_rrnn@googlegroups.com

    Foro de Recursos Naturales
    Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
    Universidad de Buenos Aires.

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    MUCHAS GRACIAS POR LA DIFUSION DE ESTA INFORMACION TAN IMPORTANTE,


    ERNESTO GALLEGOS
    INGEIS - CONICET - UBA
    Ciudad Universitaria
    Buenos Aires, Argentina
    ernestogallegos@gmail.com
    http://ernestog.com.ar/

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