lunes, 30 de agosto de 2010

La patria y el perro de Buzzati


Hernán Brienza

Hace exactamente diez años aprendí a querer a este fantasma que llamamos patria. Jamás podré olvidarme de esa tarde helada de enero en la que el sol intentaba en vano templar el invierno entre las colinas de la Basilicata, en Italia.

Ésa es la región de mis antepasados, allí se remonta la historia de mi apellido y los sufrimientos y los gozos de los que me precedieron. Es la región más pobre de la península; es tan pobre que ni mafia tiene siquiera. Estuve poco tiempo caminando en Forenza, el “paese” de apenas cinco mil habitantes, entre sus casas de piedras milenarias, con sus matronas vestidas de negro, sus campesinos que andaban lento, sus obreros que regresaban de otras ciudades, sus jóvenes que soñaban con escaparse a Nápoles, a Roma, a Milán. Yo era un extraño, un turista, y ellos no sabían nada de “diecisietes de octubres”, de “riverplates”, de “Borges ni marechales”. No sabían nada de ese piano acompasado de Salgán y ni se imaginaban de los “raros peinados nuevos” que usé en los ochenta cuando iba ver a Charly García o al Flaco Spinetta en Barrancas de Belgrano. Yo, claro, tampoco sabía nada de ellos. Habían pasado más de cien años (“cent anni”) desde que en 1897 mi bisabuelo había abandonado esas tierras.

La pregunta obvia que me surgió aquella tarde fue: ¿qué habría sido de mí si Vito Brienza no hubiera tomado el barco rumbo al Plata?

El único recuerdo que tenemos de Luigi, el padre de Vito, es que era tan pero tan bruto que una vez un burro lo mordió y el tipo, sin entrar en razones, le dio un mamporro al pobre animal que lo durmió en el acto. No era un príncipe de la baja Italia, por cierto, ni un caballero andante. Allí está el origen mitológico de los míos: en un hombre delicado, refinado, exquisito, capaz de establecer una relación de igual a igual con un pobre burro. Vito mejoró, es cierto, vino a estas costas, se hizo trabajador anarquista e inundó con prole las calles de Flores. Entre ellos mi abuelo, un poco esforzado empleado público que soñaba con las luces del teatro, leía los sainetes y le gustaban las muchachas más que respirar cada mañana. Lo siguió mi viejo: un empleadito bancario que llegó a gerente y pudo dar un salto y asegurarles a sus hijos un buen pasar y la oportunidad de terminar una carrera universitaria. Por eso cuando me fui tan envalentonado a Italia, a conocer la patria de mis mayores, mi viejo me miró como miran los viejos algunas veces y me dijo: “Ni se te ocurra quedarte, ¿no? Ellos mandaron un campesino semianalfabeto y nosotros les devolvemos un universitario”.

La otra noche estaba cenando con un amigo entrañable en un restaurante pretensioso en los extremos de Palermo y él comenzó con la cantinela sobre “este país de acá”, “este país de allá”. Esa letanía entre tilinga y autodenigradora tan común en ciertos sectores de la clase media que, irónicamente, no fueron los más perjudicados en el andamiaje económico y político argentino. Esa queja constante de turista nuevo rico en un hotel desvencijado que él cree no está a su altura. Inmediatamente me surgió la duda: “¿Éste habrá sido nieto de príncipes europeos?, ¿descendiente de marqueses de Lyon, condes de Aragón, duques de Baviera?, ¿o tendrá más que ver con aquellos “gallegos ignorantes de Lugo”, “tanitos brutos del Mezzogiorno” o “rusitos come papas de Mitteleuropa”?

Yo estudié en el Mariano Moreno y en la UBA gracias al aporte de todos los argentinos. ¿Estoy seguro de que me merecía esa donación? ¿Estoy seguro de que soy mejor que este país? ¿Qué carajo hice yo para que este país fuera mejor como para que legitime a realizar una diatriba como la que siempre emprendemos cada vez que jugamos a hacer de herederos de un trono europeo?

La patria no existe, ya lo sé. Los Estados-nación son fantasmas del siglo XIX, ya lo sé. Pero se me hace que es el último refugio de comunidad que resta para sentirse parte de algo. No creo en nacionalismos baratos, en xenofobias, en esencialismos absurdos ni en tradicionalismos marmóreos. Acaso para mí la patria sea como ese perro cachuzo del cuento de Dino Buzzati (“El perro que vio a Dios”) que se paseaba por las calles del pueblo y se presentaba ante los ladrones, los estafadores, los adúlteros, los miserables, los mezquinos para recordarles (o hacerles creer) que había un Dios. Ese perro, claro, era un fantasma, una aparición espectral, pero convirtió a esa aldea en un pueblo mejor.

La patria no existe, ya lo sé. Pero sin ese perro espectral nada me une a Juan Pindonga de La Rioja. Sin una idea de comunidad, nada me impide convertirme en un corrupto, un estafador, un miserable o un mezquino. Después de todo, yo no soy hijo de un noble guerrero medieval, soy hijo de un tanito dormidor de burros. Yo no soy mejor que el perro de Buzzati. ¿Y usted? (CríticaDigital)

lunes, 23 de agosto de 2010

“Todos están hablando en términos de la agenda kirchnerista”



Reportaje que me hizo Iván Schargrodsky para www.politicargentina.com

El politólogo y periodista Hernán Brienza analiza cómo la construcción desde un posicionamiento de centroizquierda del kirchnerismo está condicionando a todos los sectores políticos. Entiende que existe “un germen kirchnerista” en Biolcati, que lo obliga a hablar de los pobres y asegura que es “una canallada” que la Sociedad Rural quiera imponer nociones de democracia.
-En cuanto a este modelo, ¿se puede hablar de kirchnerismo o es un peronismo kirchnerista?
-Creo que todavía es un peronismo kirchnerista. La posibilidad de diferenciación con el peronismo va a estar dado en dos cosas: uno, con el paso del tiempo, que incluye saber si existe la posibilidad de un nuevo período y qué pasa si el kirchnerismo es derrotado; si tiene fuerzas suficiente para sostenerse y construir una herramienta política alternativa al peronismo, que se separe de su lógica histórica. Esas son las cuestiones que están más relacionadas con el tiempo. Las que están vinculadas con la política en sí, es si el kirchnerismo va a utilizar una herramienta diferente al peronismo para construir su propio poder. Es decir, si va a ser un frente común, que incluya parte del peronismo, pero que lo exceda; si va a ir a otros sectores, como puede ser el EDE de (Martín) Sabbatella, sectores del pinismo que terminen convergiendo con el kirchnerismo, algunos actores del socialismo y el radicalismo, que se quiebren de los respectivos partidos. Y si arma una herramienta política que le permita trascender en el tiempo.
-Y respecto al peronismo, específicamente, ¿cree que es representado por figuras como Oscar Ivanisevic o Raúl Apold, por Enrique Santos Discépolo o Arturo Jauretche, o es una convergencia de ambos?
-Hay varias respuestas. Una es si se puede buscar un peronismo esencialista. La otra tiene que ver con cómo se fue transformando ese peronismo a lo largo de estos 60 años, y que en realidad hace más pie en la cuestión pragmática, en estos cambios que aparenta sufrir el movimiento, con cada momento histórico que le toca liderar. El tercero es el carácter movimientista del peronismo. Éste tiene la característica de tener en su propio seno tanto a la izquierda como a la derecha. Al radicalismo le pasa lo mismo, pero no se le nota tanto, porque no discute poder, entonces no son tan vehementes las facciones al interior. La pregunta que vos hacés está relacionada con si John William Cooke y Apold pueden convivir dentro del peronismo. La respuesta es complicada, porque el peronismo tiene alguna iluminación en el fascismo originario –que negarla es una estupidez-, pero al mismo tiempo excede esa denominación originaria, sobre todo por ese componente plebeyo que le ofrece la CGT. Y al mismo tiempo, porque su líder, (Juan Domingo) Perón, no tiene un componente antisemita, para nada. Él mismo es un nacionalista, sin excesivo amor por la liturgia nacionalista. Entonces es contradictorio en sí mismo. Creo que eso sucede porque era un hombre inteligente, y como tal no podría encerrarse en un dogma. Me da la impresión que tiene tantas posibilidades, que querer acotar al peronismo es recortarle las alas. Si vos me preguntaras qué es el peronismo, te diría que es un movimiento que tracciona hacia sus tres principios, que son la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.
-Usted mencionaba también al radicalismo. ¿Es virtuoso el bipartidismo o debería haber alguna alternativa?
-Toda alternativa es buena, pero me parece que las construcciones políticas tienen que ver más con las tradiciones de los países que con otra cosa. En Inglaterra y Estados Unidos, el bipartidismo funciona sin problemas desde hace décadas. Se podría decir que la posibilidad de analizar si hubo bipartidismo o no en Argentina se dio recién en 1983, porque si vos lo analizás hubo radicalismo, peronismo y partido militar El bipartidismo funcionó entre 1983 y 1999, porque ya la Alianza no es el radicalismo en sí mismo. Las elecciones de 2003, 2007 y 2011 ya están teñidas por tres, cuatro o cinco candidatos más personalistas, que poco tienen que ver con las construcciones políticas en sí.
-¿Y este problema es de base, de formación de cuadros, o que la misma dinámica de la política no deja avanzar a esos militantes?
-Los partidos más tradicionales en cuanto a militancia y cuadros son los de izquierda, lo que pasa es que representan el 1 por ciento del padrón electoral. Los partidos mayoritarios tienen una construcción diferente, que es por el impacto de los medios de comunicación. Sergio Fabbrini (NdeR: politólogo italiano) dice que estamos viviendo una teledemocracia, es decir, que la televisión es la que te impone los candidatos más que los procesos políticos. Es un problema lo que ocurre con los cuadros y la militancia, porque pareciera ser que la política está definida arriba, que no hay esa construcción dialéctica de hace unos años, en la cual parecía que había un diálogo entre las bases y la conducción. Parece todo mucho más verticalista, mucho más definido de arriba, en todos los partidos mayoritarios. Tampoco se lo ve al radicalismo exageradamente preocupado por lo que piensan sus militantes y las ideas que elaboran. Lo que sí creo es que hay una gran crisis en la militancia.
-¿Cómo calificaría el discurso de Hugo Biolcati?
-Si ellos son la patria, yo soy extranjero, como dice Charly García. Es un discurso muy hipócrita: la Sociedad Rural preocupándose por los pobres parece una chicana. Y el presidente de esa entidad pidiendo diálogo y después tirando un volquete de bosta sobre el adversario con el que hay que dialogar, parece ser una contradicción en sí misma. Es muy difícil sentarse a negociar con un tipo que te dice que sos corrupto, intolerante. Recordemos que la Sociedad Rural se formó en el año 1866, y que siempre vivió amparado en las tierras fiscales, que les regalaban a las familias más importantes. Su fundador, José Martínez de Hoz, luego de la Campaña del Desierto recibió tres millones de hectáreas como donación por haberla costeado. Los Roca recibieron decenas de miles de hectáreas, por haber realizado la Campaña. Entonces, cuando uno analiza la Historia, se da cuenta de qué forma se hizo este país, y cuando ellos hablan de la “tierra eterna” están hablando de que son eternos en cuanto al poder que usufructúan desde la tierra. Un poder que les fue regalado. Entonces, que la Sociedad Rural, que apoyó el golpe de 1930, de 1955, el del ’76, que aplaudió a la dictadura militar en el ’77, ’78, venga a intentar imponer nociones de democracia al resto de los argentinos, me parece una canallada.
-¿Cree que, en 2011, la disputa del kirchnerismo será con el aparato duhaldista, y no con Ricardo Alfonsín o Mauricio Macri?
-El escenario que más le conviene al kirchnerismo es que no sea un contrincante peronista. Es muy difícil saber cómo se va a posicionar la segunda vuelta, porque hay que ver cómo se aglutinan.
-Hace unos días, Ricardo López Murphy planteó que el kirchnerismo contaba con el 40 por ciento de los votos, y que si el ACyS se desmembraba, le facilitaban una re-elección.
-Sí, es posible, lo que pasa es que hay que ver qué ocurre en la segunda vuelta.
-Él se refería a que, con ese panorama, el oficialismo ganaría en primera vuelta.
-Sí, todas las encuestas que yo vi posicionan al kirchnerismo cerca de la primera vuelta. Estaría cerca del piso histórico del peronismo, pero hay que ver cuántos candidatos son. Creo que Macri está afuera, y habría que analizar si se llega a dar una alianza Alfonsín-(Hermes) Binner. Hay que ver cómo reacciona la sociedad en segunda vuelta con un Duhalde-Kirchner, a quién visualiza como peor alternativa, pero eso se va a ver recién con el clima electoral. En enero de este año, cualquiera que pasaba por la casa de los Kirchner, les tocaba el timbre para incriminarlos. Hoy pasan para mirar si aparecen, para saludarlos. Si continúa esta ola de crecimiento, se llegaría a 2011 con un kirchnerismo más consolidado. Hay que ver qué pasa con el voto vergonzoso, que es aquel que está decidido, pero no quiere decir a quién va a votar. A (Carlos) Menem le pasó mucho en el ’95, había mucha gente que lo votó y no lo dijo. Al otro día salías a la calle y “yo no lo voté”: nadie lo había votado y había ganado con el 51 por ciento de los votos. Desde la crisis del campo, han conseguido el apoyo de vastos sectores, incluso que aquellos, durante ese conflicto, habían jugado en contra del kirchnerismo. Y todavía al oficialismo le falta jugar sus últimas cartas.
-Renta financiera, Impuesto a las ganancias.
-Sí, o algo más importante todavía. Lo bueno de este momento político es que se corren todos por izquierda. La oposición le pide el 82 por ciento móvil, ahora va a pedir un decreto de Felicidad compulsiva para todos y el kirchnerismo va a firmar un decreto de Felicidad y alegría compulsiva para todos, y esa competencia por izquierda que se está dando es beneficiosa para el ciudadano medio, porque –culturalmente- se pelean para ver quién puede ofrecer en 2011 mayor cantidad de incentivos. Y ahí hay un cambio cultural, porque la salida del kirchnerismo parecía ser por derecha.
-La foto de Biolcati con los popes del Peronismo Federal.
-Si uno hoy mira la foto de Biolcati con (Eduardo) Duhalde, Macri, parecen poco seductores para el argentino de a pie. “¿Qué pueden ofrecerme los dueños de la tierra a mí?”, piensa hoy el hombre que toma el colectivo. En cambio, pareciera ser que la preocupación por el bienestar general, entendido en términos económicos, sociales, políticos, culturales, parece estar dentro de la agenda del sector de centroizquierda. No en vano Biolcati se ve obligado a hablar de los pobres; no se refiere a la distribución de la riqueza, porque ahí caería en una propia contradicción. Estoy pensando si en Biolcati mismo no hay también un germen kirchnerista, de tener que hablar de los pobres, porque sino su discurso es absolutamente desestimado. Es interesante el fenómeno que se da: todos están hablando en términos de la agenda kirchnerista.

Link: http://www.politicargentina.com/entrevistas/710-hernan-brienza-todos-estan-hablando-en-terminos-de-la-agenda-kirchnerista

Las jubilaciones y la confianza política


Hernán Brienza
Aquellos que sospechaban que Néstor Kirchner y Héctor Magnetto habían firmado un armisticio deberán reconocer al menos que, si se trata de una tregua, está muy bien disimulada. Porque a decir verdad es lo más parecido a la guerra que se ha visto en muchos años en la política argentina. Evidentemente, lo que dejó trascender Magnetto de su charla con su generalato la semana pasada fue leída por el ex presidente como una oportunidad única para asestar un nuevo golpe al conglomerado de medios de Clarín. Ya sea porque el CEO del grupo esté replegado o porque haya enviado un mensaje imperceptible para los demás actores –tampoco hay que descartar una aceleración inducida del recambio generacional de los cuadros del multimedios–, lo cierto es que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner asestó una sorpresiva estocada al bolsillo –el órgano más sensible como decía Juan Domingo Perón– de su adversario: dejó en evidencia la irregularidad de la desaparecida empresa Fibertel, propiedad de Cablevisión, y le quitó la prestación del servicio. Y ese mismo día, el viernes, las acciones del grupo cayeron un 5,75%. Y todavía falta que el martes la presidenta presente el informe sobre Papel Prensa en el que anuncie que “toda la operatoria de la empresa está destinada a satisfacer a los socios privados”, o sea los diarios La Nación y Clarín.
(Digresión 1: El otro día un amigo al que le decimos Mendieta me dijo que estaba leyendo el libro de Juan José Sebreli, Crítica de las ideas políticas argentinas, cuando se sorprendió con una cita muy jugosa. En 1938, el futuro fundador del diario Clarín, Roberto Noble, en pleno fervor nacionalista, escribió: “Mussolini es el modelo viviente del moderno hombre de Estado... El sueño anheloso de Nietzsche que predecía para el futuro la implantación de una estirpe directora de superhombres parece concertarse en este espléndido retoño de los grandes de la antigua Roma... Los argentinos nos regocijamos con alegría de hermanos por la gloria de Italia y Mussolini.”)
Menos dramático y más entretenido –políticamente hablando, claro– estuvo la danza en la Cámara de Diputados por el tratamiento de la ley por el aumento de los haberes a los jubilados. En una sorianesca –por el escritor Osvaldo Soriano– sesión, la oposición logró imponer el aumento del 82% móvil para los jubilados en una victoria diferente a la del Indec de la semana pasada. Porque si bien es cierto que en el Senado la votación será mucho más cerrada que en la cámara baja –136 votos contra 89–, la avanzada tiene cierta originalidad por lo siguiente: es la primera vez que la oposición logra imponerle una agenda progresista al gobierno. Hasta ahora, el célebre y por momentos histérico Bloque A sólo había logrado ofrecer un menú de negaciones constantes a las iniciativas modernizadores y democratizadoras del oficialismo (nacionalización de las AFJP, Ley de Medios, Asignación Universal, matrimonio igualitario). Pero esta vez, alguien fue creativo y pensó la manera de correr al gobierno por izquierda y ponerlo en un lugar incómodo: el de la racionalidad económica y fiscal que cierra la posibilidad de la redistribución de la riqueza. Es decir, el populismo kirchnerista –en la conceptualización de Ernesto Laclau– acusa de populista –en términos de Marcos Aguinis– a la oposición por poner en riesgo las cuentas fiscales.
Lo bueno de esta situación para la sociedad es que de acá a las elecciones del año que viene, gobierno y oposición se van a correr por izquierda. Incluso aquellos que votaron en contra de todas las iniciativas progresistas del gobierno, van a tener que cambiar su agenda. De hecho ya ocurrió: once legisladores radicales –Oscar Aguad, Gustavo Cusinato, Silvana Giudici, entre ellos–, diez de la Coalición Cívica –Griselda Baldada, Patricia Bullrich, Elisa Carca, Adrián Pérez, entre otros– cuatro del Peronismo Federal –Francisco De Narváez y Felipe Solá– tres del GEN y dos diputados que respondían a De Narváez votaron en contra de la nacionalización de las AFJP en el 2008 –es decir, querían que siguieran en manos de empresas privadas que pagaban muy por debajo del 82% – y, ahora, luego de una larga y sesuda toma de conciencia votaron por el aumento de las jubilaciones.
Respecto del aumento de las jubilaciones, habría que contextualizar la discusión dentro de un marco histórico adecuado. El sistema jubilatorio estatal quebró durante el gobierno de Raúl Alfonsín, quien debió decretar –no mediante una ley sino a través del Decreto de Necesidad y Urgencia 2196/86– la emergencia previsional y bajó las jubilaciones del 82% a cerca del 40%, en una violación al artículo 14 bis de la Constitución Nacional. Recién dos años después, el sistema pudo salir de su crisis financiera. Algunos años después, durante la presidencia de Carlos Menem, el ministro de Economía Domingo Cavallo construyó el negoción de las AFJP que –si bien estuvo a punto de quebrar y dejar sin jubilaciones a millones de argentinos en 2008– significó una ganancia para los dueños de más de 2200 millones de dólares. El delarruísmo tuvo como política única previsional volver a violar la Constitución Nacional, al recortar el 13% a los jubilados estatales, en una clara política de recesión y achicamiento del gasto que estalló en diciembre de 2001.
(Digresión 2: es interesante como la “seguridad jurídica” y el “respeto a las instituciones” sólo son sustantivas para los juristas y los medios de comunicación cuando perjudican a alguna corporación y nunca cuando perjudica a los trabajadores o a los sectores postergados de la sociedad.)
Desde que asumió el kirchnerismo, las jubilaciones aumentaron en estos siete años de 150 pesos a 1100 –la mínima– para un sector pasivo que no deja de crecer en números reales por el aumento de la calidad y de las expectativas de vida. Algunos podrían argumentar que ese aumento se lo devoró la inflación, sin embargo, cualquiera se da cuenta que hubo un incremento sustancial en los haberes no sólo en términos nominales sino también reales. En pesos, el aumento significó un 800%, pero en dólares alcanzó el 100% de aumento. Pero, además, en 1999 había 3,5 millones de jubilados, en 2010 con la agregación de jubilados que no habían podido pagar –entre ellas las amas de casa– hay 5,6 millones, para una caja que como se sabe, recibió el aporte de las AFJP quebradas –pero con empresarios ricos, claro–. Si uno analiza con perspectiva histórica, esta es la política más “progresista” desde el los gobiernos de Juan Domingo Perón. Sin embargo, el ministro de Economía Amado Boudou dijo que el fondo de jubilaciones no alcanza para aumentar los haberes hasta el 82% móvil ya que eso significaría un desembolso extra por parte del Estado de casi 41 mil millones de pesos. ¿Por qué la oposición estaría interesada en desfinanciar al gobierno a través de una jugada política si no es para quitarle recursos económicos en vistas al 2011?
Lo que no dice la oposición es de dónde van a salir los recursos para pagar las jubilaciones. Una de las peores formas de corrupción que ha tenido el sistema capitalista argentino es la evasión impositiva en el mundo privado. Casi el 40% de los trabajadores está en negro y no aporta al sistema por lo que el fondos ve reducidos sus ingresos en un porcentaje similar. Si a eso se le suma la paulatina disminución del porcentaje de aportes patronales a las cajas desde la década del noventa, se entiende el deterioro de las cuentas de seguridad social. ¿Puede el Estado aumentar esos aportes sin perjudicar al pequeño y mediano empresariado que todavía no terminó de fortalecerse con el actual modelo? Es discutible. Lo cierto es que generar déficit en los fondos de la ANSES y en el Estado significa poner en peligro las jubilaciones de las próximas generaciones. Es decir, es asomar al sistema previsional a una crisis o emergencia en el corto plazo. O sea, es ponerla a tiro de una nueva privatización de esos fondos. ¿Es ese el plan? ¿Generar un nuevo negocio de 2200 millones de dólares con sus respectivas comisiones? La pregunta obvia es: ¿Quién tiene más legitimidad para administrar los fondos de jubilados, quienes aumentaron 800% los haberes o quienes privatizaron y desfinanciaron al Estado y redujeron las jubilaciones un 13%?
(Digresión 3: En el libro La Contrademocracia, de Pierre Rosanvallon, recientemente editado en castellano por Manantial, el intelectual francés explica de qué manera las sociedades democráticas se han convertido en sistemas en los cuales los gobernados se relacionan con sus gobernantes a través de la desconfianza. Para Rossanvallon, ya no se trata sólo de obtener legitimidad en las urnas, también se debe obtener confianza en el seno de la sociedad civil. Y se logra a través de la dimensión moral y sustancial, pero también tiene un papel temporal: la confianza es una hipótesis sobre una conducta futura. Las sociedades, según Rosanvallon agradecen la previsibilidad de los actores y la retribuyen con una legitimidad ampliada. Interesante concepto. Si se quiere actuar, claro, a mediano plazo en política.)
¿Y usted, lector, en quién confía?

Publicada en Tiempo Argentino - 22 de agosto de 2010.

lunes, 9 de agosto de 2010

El Imperio contraataca



Hace poco tiempo en un país muy muy cercano… En un período crítico para las fuerzas “nacanpop”, a pesar de haber subido la imagen positiva de sus líderes en todas las encuestas serias y de haber reforzado su presencia en las calles con la marcha de las antorchas en homenaje a Eva Perón, las fuerzas del “Frente Innacional e Impopular” lograron asestar un par de golpes en los que demostraron que no están dispuestos a seguir entregándole la iniciativa y el centro de la escena a los Kirchner y sus seguidores…
Como suele ocurrir, lo que se conoce –no sin cierto simplismo e incluso ingenuidad– como la “derecha” ha demostrado ser más marxista y gramsciana que lo que se denomina –no sin cierto envanecimiento y pompa– la “izquierda”. Centralismo democrático, unidad de acción, vanguardia iluminada, construcción de un bloque hegemónico y la conciencia de clase que aglutina sectores en vista de un enfrentamiento dialéctico a todo o nada contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner son algunas de las herramientas que ha usado en los últimos tiempos. La primera escena de esta irónica remake del quinto capítulo de la saga de La Guerra de las Galaxias la protagonizó el (locuaz y de dudoso humor) titular de la Sociedad Rural Argentina Hugo Biolcati. Flanqueado por los diestros mosqueteros Mauricio Macri, Eduardo Duhalde y Francisco de Narváez, el dueño de la tierra (y de los caminos internos) plantó bandera. Tras invitar a dialogar democráticamente al gobierno lisonjeándolo con que era poseedor de virtudes tales como crispación, soberbia, egoísmo y autoritarismo, dio tres definiciones políticas más que interesantes para analizar la coyuntura.
La primera es ya un clásico. Como un anciano que rememora el tiempo perdido de su niñez, Biolcati homenajeó a la Argentina del modelo agroexportador dependiente del mercado internacional inglés –sólo beneficiada por una complementación con la economía británica–, un Estado represivo –el Centenario se festejó bajo el estado de sitio– y con condiciones sociales que marcaban: relaciones laborales precapitalistas –que todavía se mantienen en el trabajo rural–, un sistema político predemocrático y una inmovilidad social de tipo feudal. (Digresión 1: ¿qué tan peronistas son los “mosqueteros peronistas” que aplaudieron la reivindicación de la Argentina preperonista?, si se me permite la galimatías).
La segunda es fundamental para entender el pensamiento de los “terratenientes” del siglo XXI: les molesta la “federación de gobernantes, intendentes, caudillos y punteros políticos que se hacen poderosos a medida que los pobres son cada vez más pobres”. Lo interesante es que –además de demostrar que no lee los diarios ni conoce las mejoras estadísticas y reales de los sectores populares– lo que dice Biolcati es: “No queremos intermediación política. No queremos tener que consensuar nuestras ganancias extraordinarias con nadie.” Lo que admite el titular de la Sociedad Rural Argentina es que desprecian a la democracia real y que añoran, claro, los tiempos en que los “administradores” del Estado se elegían a dedo y/o que los presidentes lucían charreteras.
Pero ¿por qué Biolcati piensa así? Sencillo, él mismo lo dijo: la “Tierra es eterna”. Y lo mejor para él es que es ancha y no es ajena. Y como ellos fueron, son y serán los dueños de la Tierra –aquí va la amenaza– van a demostrar que la política es finita y el verde poder real será perenne. (Digresión 2: en realidad, la Tierra no es eterna, fue regalada por Bernardino Rivadavia, por Tomás Manuel de Anchorena bajo el gobierno de Rosas y por Julio Argentino Roca tras la Campaña del Desierto a las familias que históricamente pertenecieron a la SRA).
También como en El Imperio contraataca, por primera vez esta semana se supo exactamente quién es el armador, el cerebro, el “emperador” –perdón por estos trazos chuscos– del Lado Oscuro de la Fuerza, el verdadero ajedrecista que, como en el poema de Jorge Luis Borges, mueve a los jugadores que mueven las piezas. Se trata, obviamente, de Héctor Magnetto, quien prestó una de sus propiedades para reunir a Macri, Duhalde, De Narváez, Felipe Solá y Carlos Reutemann. En esa reunión, el CEO de Clarín les prescribió a los hombres del PJ disidente la política de que no pongan a Mauricio en cuarentena. Y también abogó por la unidad de acción que permita derrotar al enemigo común: los Kirchner y, al parecer, los precandidatos del Peronismo Cardón se habrían puesto de acuerdo en participar de internas abiertas y presentar un solo candidato. Pero todavía quedan algunas dudas: 1) ¿Subordinarían la estrategia del PJ residual a un extrapartidario como Macri? y 2) ¿Cuál es el precio que deben pagar ante la sociedad por convertirse desembozadamente en el candidato de Clarín?
Realizado su trabajo de enhebrar al Peronismo Cardón, Magnetto acometió la tarea de disciplinar puertas adentro a las organizaciones de “acumuladores de riqueza” que faltaban, es decir, la Asociación de Empresarios Argentinos –que nuclea a las empresas del capital más concentrado del país (los verdaderos Dueños de la Argentina, claro) y que está facturada al antojo del ajedrecista– y a la Unión Industrial Argentina, que reúne a las grandes industrias y que, vaya a uno a saber por qué razón, siempre apoyó las políticas antiindustrialistas, como las de José Martínez de Hoz y Domingo Cavallo, en una clara muestra de que son algo así como una alta burguesía con profundas características maníaco depresivas. Con un llamado a la “estabilidad económica” (¿de los años noventa?) a un “republicanismo” vacuo y a la “seguridad jurídica” de poder flexibilizar las condiciones de los trabajadores y emplearlos en negro sin que el Estado intervenga, los empresarios parecen añorar los años dorados del neoliberalismo argentino que terminaron con las crisis de 2001.
Para completar el cuadro, los grupos mediáticos hegemónicos –con Clarín a la cabeza– decidieron agitar una bandera fácil para desestabilizar a cualquier gobierno, como es la bandera de la inseguridad. Hubo una espantosa utilización de la muerte del bebito a quien todos dramáticamente llamaron Isidro. (¿Alguien se acuerda de cuál era el nombre del otro bebé que murió hace un mes en Buenos Aires por falta de atención de la gestión macrista? ¿Qué ocurre? ¿Para los medios los hijos de los pobres no tienen nombres?) Y la prensa habló de “conmoción”, como si se estuviera al borde de un golpe de Estado. Unificadas las fuerzas del FII (Frente Innacional e Impopular, compuesto por la Sociedad Rural, la AEA, la UIA, las empresas periodísticas y el Peronismo Cardón), la semana pasada pasaron al contraataque. Como si se hubieran dado cuenta de lo peligroso de la promesa de Néstor Kirchner: armar un bloque popular hegemónico para profundizar el modelo de distribución de la riqueza. Lo interesante del asunto es que, por primera vez en mucho tiempo, las cosas están claras y ya se sabe quiénes están del Lado Oscuro de la Fuerza: ironía, claro.
Al progresismo, al campo “nacanpop”, a la izquierda le toca ahora la posibilidad de actuar con inteligencia y aglutinar y articular fuerzas para enfrentar políticamente a los representantes del capital concentrado. Deberían dejar de lado las patoteadas, las desconfianzas, las mezquindades, las vanidades y los maquiavelismos. Ser maximalista y coquetear con Clarín no es un gran negocio, querer imponer una única versión de profundización, tampoco. Queda claro, entonces, que es necesario contratar un frente común. Quienes no lo intenten pueden llegar a ser cómplices del retorno al poder de quienes añoran el neoliberalismo. Por ahora, permítanme la humorada al estilo Nik, habrá que esperar a que llegue a los cines nacionales la sexta entrega de la saga.

Tiempo Argentino - 8 de agosto de 2010

domingo, 1 de agosto de 2010

Cooke en la Marcha de las Antorchas

Inés es bajita, rubia, de ojos claros y bonita. Es del oeste, de Moreno, tiene 22 años y estudia Sociología en la UBA. Milita en la agrupación John William Cooke y trabaja en los barrios pobres cercanos a su casa. En la Marcha de las Antorchas, que se realizó el lunes por la noche en homenaje a Eva Perón, ella caminó, cantó, se emocionó, saltó y entonó el Himno y la marcha peronista con ese fervor juvenil tan característico de quienes tienen todo por delante para creer y crear. Inés es curiosamente “muy peronista, pero peronista revolucionaria” como se define ella. Y resulta extraño cómo esta chica que se cuelga del cuello de un pibe desgarbado –que a juzgar por los pelos y la barba es compañero de ella en Marcelo T.–, que nació el mismo año que Carlos Menem le ganó la interna a Antonio Cafiero, se defina a sí misma con categorías de tiempos viejos.
Algo ha ocurrido con esos muchachos y muchachas que salieron a la luz política tras la crisis de 2001, luego del proceso asambleario y, sobre todo, tras el conflicto con los productores agropecuarios, los juicios por los delitos de lesa humanidad y la pelea con los medios hegemónicos –el Grupo Clarín, como principal foco–: hallaron una épica que desde 1983 no campeaba en estas tierras. La juventud “nacanpop”, por primera vez en muchos años, cree que con su militancia está haciendo Patria. Iluminada, tal vez, por el estilo confrontativo que los Kirchner asumieron contra la Rural, la Iglesia, los medios, las Fuerzas Armadas. Esa épica –tímida y apocada, tal vez, sin la grandilocuencia ni la aparatosidad del “socialismo nacional”– es un fenómeno nuevo y que excede incluso a la dirigencia política, pero es el elemento más transformador culturalmente de este Bicentenario y, de no ser traicionada, puede ser el mejor aporte que el actual proceso le legue a este país.
Desde el palco, Emilio Pérsico, Hugo Moyano y Néstor Kirchner –ya es toda una definición la elección de los oradores– le hablaron a esos miles de antorchas que recordaban a Evita. Durante su discurso, el presidente del Partido Justicialista dio dos definiciones más que interesantes para el momento actual: habló de la necesidad de conformar un “frente con la burguesía nacional y los trabajadores” para llevar adelante la “profundización del modelo nacional y popular”.
La idea del frentismo es siempre cara para los peronistas. Un frente fue el que llevó a Juan Domingo Perón al gobierno en 1946 y el Frejuli hizo lo mismo con Cámpora y el propio general en 1973. Pero en las palabras de Kirchner, el frentismo no pareció tener sólo un contenido electoralista. En realidad, podrían estar más relacionadas con la vieja tesis gramsciana retomada por John William Cooke en el pequeño ensayo La lucha por la liberación nacional. En ese pequeño libro, “El Bebe” explica la necesidad de formar una alianza entre los sectores que podían participar del proceso de “liberación nacional” –objetivo máximo por aquellos años sesenta–: los trabajadores, los estudiantes, y parte del ejército y la burguesía nacional –inhallable unicornio azul durante muchas décadas–. Cooke sostenía que era el peronismo, como representante de la clase trabajadora revolucionaria, que iba a llevar adelante la política transformadora en el país. En algún sentido, la tesis cookeana fue aplicada por el peronismo en 1973, la diferencia es que la dinámica de enfrentamiento interno hizo que el movimiento, en vez de servir como soporte y elemento de conducción, se deglutiera a sí mismo.
En la actualidad, el peronismo no tiene las luchas intestinas que tenía en aquella época, pero tampoco –sobre todo cuando descansa en su rol de maquinaria electoral– la fuerza motora de los años setenta. La discusión hacia el interior del justicialismo está más relacionada con cuestiones de nombres en las marquesinas que por razones ideológicas. Por eso es que, si el kirchnerismo quiere trascenderse a sí mismo, debe construir una herramienta política que le permita aglutinar a los distintos sectores que confluyen mínimamente en la necesidad de sostener, consolidar y “profundizar” el modelo propuesto por los Kirchner.
Obviamente que esa herramienta es un arma de doble filo. Aglutina, legitima, consolida el poder de quien conduce pero al mismo tiempo lo obliga, le reclama, lo interpela. Sin embargo, esa construcción orgánica es la que tiene posibilidad de trascender 2011, 2015 o 2019. Justamente, Perón es quien hablaba de la organización como factotum para vencer al tiempo –que es uno de los adversarios más insalvables de todo aquel que tiene poder acumulado– y si hay un déficit que se le puede achacar al actual proceso es la falta de un andamiaje político que contenga, que amplíe y que haga debatir en su seno los métodos y el ritmo de la profundización del modelo.
Hoy el kirchnerismo ha superado el peronismo como aglutinador identitario. Hay peronistas ortodoxos, heterodoxos, socialistas, radicales, trotskistas, comunistas, ex montoneros, ex erpianos, progresistas, que pertenecen al espacio que lleva adelante el actual proceso. Ha logrado, además, consolidar sus lazos con algunas agrupaciones de desocupados y también con el movimiento obrero organizado. Ha sostenido a empresarios que parecerían querer formar parte de una burguesía nacional y ha recibido el apoyo de las cámaras de pequeños y medianos empresarios. Sin embargo, no ha podido articular esos sectores, no cuenta con una CGE ni logró sentar a discutir política a los intendentes del conurbano bonaerense con, por ejemplo, un dirigente extrapartidario como Martín Sabbatella. El otro gran déficit parece ser la falta de solidez de los militantes y los cuadros encargados de sostener el andamiaje político más allá de la distribución de recursos y de la incentivación económica antes que la simbólica o la ideológica. Y si por algo pudo trascender el peronismo luego de estar 18 años en el poder, por ejemplo, fue justamente porque estas últimas razones superaban en cantidad y calidad al mezquino interés pecuniario. Militantes y cuadros formados –y parte de la juventud está ávida de ser contenida– son la garantía de que el actual proceso no sea bastardeado.
El lunes en Paseo Colón, Kirchner habló una vez más de “profundizar el modelo” y del anhelo de alcanzar el 50 y 50 en la distribución de la renta nacional. Más allá de la discusión sobre los otros ítems de “profundización” –la renacionalización completa del sistema energético, por ejemplo, o el desmantelamiento del sistema financiero de la dictadura– ese ir más allá depende también de la fuerza que esa herramienta política le otorgue a la conducción para enfrentar a los poderes concentrados de la economía. Sin ese andamiaje y la posibilidad de movilización real de gran parte de la sociedad, la capacidad de negociación con los grupos hegemónicos dependerá sólo de la mayor o menor creatividad e ingenio por parte de los dirigentes.
Perón decía que en política no había que ser ni apresurado ni retardatario, sino que había que hacer las transformaciones en su medida y armoniosamente para la “felicidad del pueblo”. Los Kirchner parecen compartir ese apotegma, pero hay que reconocerles que en estos años muchas veces han demostrado estar a la izquierda de la sociedad argentina. Después de siete años, han logrado hacer contacto con los jóvenes –como Inés, claro– del Movimiento Evita, de las universidades, de los barrios. Son el sector más dinámico, obviamente, pero también el más proclive a sentirse rápidamente traicionado por las lógicas de la política. Los Kirchner han logrado construir una épica mínima, breve, frágil aún. Deberían cuidarla más allá de las elecciones de 2011. Porque ese y no otro podría ser el gran aporte a la Historia argentina. Los cambios no son sólo económicos en una sociedad. “La batalla es cultural”, dijo al asumir Cristina, desechando tesis más materialista. Tenía razón.

Publicado en Tiempo Argentino, 1° de Agosto de 2010