Hernán Brienza
Operaciones cruzadas, campañas de prensa, espionaje comercial, supuestos negocios turbios entre dos países latinoamericanos, un grupo de diputados argentinos que se juramentan silencio, un ex embajador –Eduardo Sadous- con ansias de protagonizar una novela de Graham Greene, cables internacionales secretos entre embajadas, ironías entre legisladores, chicanas, 90 millones de dólares perdidos y encontrados y minucias de cómo funciona el comercio internacional forman parte de este globo de ensayo mediático que necesitaría de un nuevo Osvaldo Soriano para relatar con pericia las delicias de este caso que bien podría llamarse Nuestro hombre en Caracas. Tiempo Argentino pudo acceder en exclusiva a la Versión Taquigráfica de la exposición que el 23 de junio realizó Sadous ante la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara de Diputados, una muestra del despropósito mediático y al mismo tiempo una excelente oportunidad para fisgonear en la real-politik internacional.
Según consta en la versión taquigráfica, Sadous se asemeja al célebre personaje de Greene –Jim Wormold- que había logrado tener en vilo a la diplomacia británica haciéndole creer que tenía los mapas de una planta nuclear en la Cuba del dictador Fulgencio Batista. A la postre, esos planos no eran otra cosa que el dibujo de un aspiradora. Algo similar ocurrió con las declaraciones del ex embajador en Venezuela. Mientras Clarín el 24 de junio había titulado “Sadous apuntó directo a Kirchner y a De Vido”, la verdad es que ese título es absolutamente falso.
Respecto del ex presidente Néstor Kirchner, Sadous dice en una de las pocas veces que lo nombra: “Sobre si el presidente conocía el funcionamiento de esto, yo entiendo que sí, que lo debe haber conocido, evidentemente, por los numerosos viajes tanto de él como del presidente Chávez a la Argentina, por la cantidad de acuerdos que se firmaron en cada ocasión y no me cabe la menor duda de que estaba al tanto”. ¿Pero qué es exactamente el funcionamiento de “ésto”?
La pregunta la hace el diputado del peronismo disidente Eduardo Amadeo y la versión textual dice: ¿Hasta dónde el presidente Néstor Kirchner en su conocimiento tuvo acceso a esta información vital sobre la manera en que se estaban desarrollando las negociaciones? No sólo el problema del fideicomiso, sino la estructura general de la operación…”. Pero, a ver, ¿Cuál es el problema del fideicomiso? Sencillo: en enero de 2005, Sadous había enviado un cable diplomático titulado “Gravísima situación” había informado de un faltante de 90 millones de dólares en el fideicomiso que administra PDVSA –la empresa pública de petróleo venezolana que nada tiene que ver con el Estado Argentino- y a través del cuál Caracas paga los productos que Buenos Aires le exporta. Concretamente, el fideicomiso es una herramienta de exportación que consiste en lo siguiente: Argentina importa fuel-oil de Venezuela y las divisas con las que paga entran en un fideicomiso que el país caribeño utiliza para comprar luego las importaciones que hace de la Argentina. Cómo se lee, más allá de la dificultad del asunto, la supuesta acusación –el único momento que “apuntó directo”- no es otra cosa que una gran nube de humo. Sadous estaba dibujando el plano de aspiradora.
Respecto de la denuncia contra De Vido, Sadous dice textual: “Los empresarios argentinos en forma permanente hacían comentarios sobre la necesidad de pasar por el Ministerio de Planificación Federal para resolver que sus ventas a Venezuela se imputaran al fideicomiso. Ahora, denuncias concretas obviamente no las hubo; si las hubiera habido yo lo hubiera puesto en conocimiento de la Cancillería, como es mi deber y como lo hice cuando tuvimos pruebas concretas de la desaparición de los 90 millones de dólares del fideicomiso y reaparición posterior”. Habría que recordar que ningún empresario ratificó los dichos de Sadous. Y habría que agregar que en algún momento de su declaración admite que es posible que también hubiera negocios non sanctos de Venezuela con países como “Brasil, Chile o Francia” pero que tampoco esto le constaba. Lo que sí, también se quejó porque dicen que dicen los que finalmente no dijeron que los “retornos” llegaban hasta el 15 por ciento cuando lo común es el siete o el diez. Es decir, ni siquiera es una cuestión de grado.
A esa altura, la reunión en la comisión estaba tomando un tono caricaturesco. El diputado Carlos Kunkel ya había interrumpido a Sadous denunciando que “la puerta de la sala ha quedado abierta y están filmando la reunión” y también había protagonizado un irónico cruce con la diputada de la Coalición Cívica, Patricia Bullrich, sobre la prosapia de la ex ministra de Trabajo durante la presidencia de Fernando de la Rúa. “La diputada Patricia Bullrich de Pueyrredón está pidiendo una interrupción”, dijo, entre las risas de otros diputados, Kunkel; y la respuesta jocosa fue “Pueyrredón de San Martín”.
La diputada fueguina Mariel Calchaquí había precisado que “esto” no era otra cosa una discusión sobre fondos que no era públicos; son negocios de empresarios, facilitados, tal vez por las buenas relaciones bilaterales, pero no hay fondos públicos. Bullrich saltó y espetó “PDVSA son fondos públicos”. Y Heller terció: “¡No son argentinos!”. Es decir, lo que quiso remarcar el diputado del Partido solidario, es que si hubo un caso de corrupción estuvo sobre la órbita de la administración venezolana y no argentina. En otro pasaje de su declaración, Sadous agrega un poco menos de luz sobre el tema del manejo del fideicomiso:
-Calchaquí: (…) ¿Qué intervención directa puede tener el Ministerio de Planificación de la Argentina de este tipo de pagos, cuando son el Banco de Venezuela y PDVSA, los que administrar y efectivizan?
-Sadous: Indicar a qué empresas se puede pagar o no, a qué empresas se puede imputar los pagos de los fondos del fideicomiso que administran PDVSA. (…) El mecanismo era a través de PDVSA, al ser administradora era la que decidía en consulta con ministerios u organismos estatales venezolanos qué productos o bienes se compraban. Ahora, cómo…
-Pinedo: Nosotros no sabemos cómo.
-Sadous: Supongo que por negociaciones políticas entre distintos ministerios…
-Pinedo: ¿cómo se hacía para enterarse de que querían comprar tal cosa?
-Sadous: PDVSA informaba al Ministerio de Planificación Federal y a la embajada cuáles eran los productos a comprar. Se transmitía esto a Cancillería y se presentaban las empresas que iban a vender dentro del sistema del fideicomiso (…)
Heller- Y a la Cámara de Comercio.
-Sadous: En algunos casos se informaba a Cancillería, en otros casos al Ministerio de Planificación Federal, que era quien mantenía las relaciones regulares una vez por mes o dos veces por mes. Cuando venía Uberti o delegación del Ministerio de Planificación mantenía reuniones con venezolanos, PDVSA, el Ministerio de Energía y Agricultura sobre las demandas que tenían estos ministerios para comprar productos.
-Pinedo: ¿Quién seleccionaba los vendedores argentinos?
-Sadous: Ni la embajada ni la Cancillería.
-Pinedo: ¿Usted no sabe quién?
-Sadous: No.
Pero la decisión final sobre los pagos del fideicomiso no es la única cosa que no supo Sadous a lo largo de su exposición: Tampoco supo explicar –nombrado Uberti y el Ministerio de Planificación- sobre la supuesta “embajada paralela” con la que tanto habían machacado los medios de comunicación. “Con respecto a la diplomacia paralela, yo nunca usé la expresión diplomacia paralela. Lo que sí creo que hubo fueron gestiones paralelas, es decir gestiones en las cuales la embajada no participó”. Sadous no conoce de otros casos similares a lo largo de sus 37 años de trabajo, pero cualquier persona sensata y con un conocimiento de real-polítik internacional sabe que las embajadas guardan un rol protocolar mientras que el mundo de las presiones políticas, comerciales, de negocios van por otro. Estados Unidos, España, Francia y Gran Bretaña, entre otros, lo saben a ciencia cierta.
El mayor despiporre político se produjo cuando el histriónico diputado Jorge Yoma intervino y luego de quejarse del “horario castrense” impuesto por el presidente de la comisión Alfredo Atanasof que le impidió tomar mate tranquilo con su familia expuso: “Estábamos frente a un escándalo de corrupción de proporciones en la Argentina en la que un embajador iba a aportar datos confidenciales que poco menos que iban a generar una catástrofe institucional. Ello ameritó que dejara el mate de un lado y venga para esta reunión. La verdad es que estoy totalmente decepcionado y le transmito, presidente, esta queja en nombre de mi familia”.
Pero más allá de la ironía, Yoma, que fue embajador en México, puso el acento en algo interesante que se escapó de toda agenda mediática: “Nos parece trascendente el daño que se le provoca al país en un mercado tan importante como el de la maquinaria agrícola con este escandalote que no tiene ningún fundamento. (…) Lo que quiero decir es que este globo, esta expectativa, estas cámaras de televisión el único efecto que van a tener es absolutamente negativo en el comercio exterior argentino, en un segmento tan importante como el de la maquinaria agrícola, en provincias como Córdoba y Santa Fe, cuya actividad es tan importante, cuando no existe el más mínimo elemento de que haya habido participación de un funcionario argentino en actos de corrupción. Pero el daño al país sí es evidente”.
Sadous gesticulaba frente al micrófono y Atanasof se ponía nervioso y lo cierto es que la testimonial naufragaba en un mar de suposiciones, especulaciones, inconsistencias, contradicciones y verosimilitudes que podían resultar similares a la verdad pero que no tenían ninguna evidencia contundente para que lo fuera. Mientras tanto, la diputada oficialista Juliana Di Tullio se quejaba porque cuando había salido a fumar había recibido el dato de periodistas de La Nación de que “la oposición ya había quebrado el acuerdo” de silencio. Envalentonada, dijo: “La verdad es que yo no hice ninguna declaración y tampoco creo que algún diputado de la oposición haya quebrado el acuerdo. Espero que así sea. Además, no creo que le convenga”. Margarita Stolbizer la cortó: “¿qué quiere decir `no creo que les convenga`?” Cocorita, Di Tullio estocó: “que no les conviene dar información sobre esta reunión porque fue un escándalo y una vergüenza”. Con cara de convidado de piedra, el diputado Juan Carlos Morán, padre de la criatura –la investigación, claro- admitió: “Yo salí tres veces y la verdad es que nadie me obligó a hacer declaraciones”. Y es posible que diga la verdad, es decir, que nadie lo haya obligado.
Otra de las intervenciones interesantes la realizó Heller cuando expreso: “Usted ha dicho textualmente que los intereses que se veían afectados por la presencia argentina estaban molestos y en función de eso, era previsible que actuaran. Dijo que Venezuela tenía un gran comercio con los Estados Unidos. En segundo lugar dijo que tenía un comercio muy importante con Colombia y en tercer lugar, tenía un gran desarrollo comercial en las relaciones con Brasil (…). Usted ha dicho que escuchó comentarios de que había retornos. A partir de esos comentarios que usted dice escuchó –pero que los otros niegan, ya que dicen que no los hicieron- se genera todo este debate y discusión. Sabiendo cómo funcionan determinados países y los servicios de inteligencia así como el vínculo que existe por la defensa de sus intereses comerciales, etcétera, ¿el crecimiento de las exportaciones argentinas a Venezuela en detrimento de terceros países –porque evidentemente eso es así- no generará acciones de inteligencia de esos países para enturbiar las relaciones argentino-venezolanas y de esa manera recuperar cuotas de mercado que están perdiendo? ¿No lo ve como una posibilidad que también deberíamos estar considerando? (…) En definitiva, me parece que existe un montaje de una operación política que no tiene absolutamente nada que ver”.
Convertido Sadous en el protagonista de Nuestro hombre en Caracas, este hombre puesto por el ex presidente Eduardo Duhalde en la embajada en Venezuela, también es un personaje que aspira a una participación estelar en el cielo opositor. Con la intención de que su gestión fuera reconocida –habló de sus condecoraciones, de los aciertos de su gestión (la recomposición de las relaciones entre ambos países, el crecimiento del comercio binacional de 250 millones a dos mil millones, el acuerdo por el petróleo y la firma del protocolo adicional al convenio de intercambio del año 1978)-, intentó tener sus 15 minutos de fama. En cierta manera, los obtuvo. Claro, a fuerza de versiones, de entredichos, de comentarios, que pueden servir para una buena novela de espionaje, pero no para poner en juego una estrategia de crecimiento económico basado en la explotación de nuevos mercados. Es decir, allí donde todos hablan de una central nuclear, no había otra cosa que los planos de una aspiradora.
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