Lo primero que hizo Mauricio Macri respecto del escándalo por las escuchas telefónicas ilegales fue desdeñar al Minotauro político que significaba su procesamiento judicial. Autocolocado en una situación de inexpugnable, su seguridad le impidió tomar algunos recaudos previos que derivaron en que se le escapó la tortuga atada que creía tener en la Cámara Federal de Apelaciones. Luego, como se sabe, quedó encerrado en un laberinto borgeano: “No esperes que el rigor de tu camino/ que tercamente se bifurca en otro,/ tendrá fin. Es de hierro tu destino/ como tu juez”. Entonces, comenzó a berrear cuando ya era tarde, intentando buscar una salida. Y finalmente creyó hallarla en aquella irónica respuesta con que Leopoldo Marechal se burlaba del escritor ciego: “De los laberintos se sale por arriba.” El hijo de Franco, envalentonado, pidió su propio juicio político. Poroteó sus fuerzas en la Legislatura y se convenció de que, nuevamente, era invulnerable. Lo que no se sabe, o quizás supo y decidió apostar igual, es que con esa jugada puede estar abriendo la caja de Pandora, aquella que contiene todos los males de la tierra.
En una conversación muy interesante con el politólogo Mario Riorda, especialista en procesos de crisis políticas y estrategias comunicacionales, él explicaba que en un primer momento, el macrismo no había apreciado la dimensión de “escándalo” que tenía el caso de las escuchas y que la prueba estaba en las declaraciones, adrede claro, que el estratega mediático Jaime Durán Barba había hecho el domingo pasado en Clarín: “A la gente, las escuchas no le importan un carajo.” Pero, luego, en un segundo momento, tomaron conciencia de la dimensión del problema. Primero, cuando todo el staff del macrismo salió a dar la cara en la conferencia de prensa en ausencia de su jefe político, y luego, cuando el propio conductor tuvo que tomar cartas en el asunto porque corría peligro su “escala de valores” –lo que diferencia una crisis política de un simple tropezón–. Es decir, el escándalo de las escuchas subvertía el orden de los intereses del propio Macri, que veía anegada su carrera hacia la presidencia y lo obligaba a reformular sus preferencias.
Alertado de esa situación, Macri respondió con la obvia estrategia de la autovictimización que le venía dando cierto rédito mediático. El problema es que esa estrategia puede funcionar sí y sólo sí: 1) Es demasiado evidente la maniobra del contrincante –en este caso del “fantasmal” kirchnerismo, que, por otra parte, en ningún momento jugó fuerte en los medios–, 2) si la sociedad no vislumbra como responsable a quien se autovictimiza –los últimos sondeos demuestran que el 60% de los porteños cree que Macri estuvo involucrado en la escuchas ilegales– y 3) si los protagonistas no hacen sobreactuaciones exageradas como rasgarse las vestiduras en público –como hizo Horacio Rodríguez Larreta mirando fijo a la cámara con los ojos inyectados en sangre y diciendo como Fabián Gianola en TVR “No te tenemos miedo, Kirchner. No te tenemos miedo”–.
La estrategia de autovictimización se hizo añicos a mitad de la semana, cuando Elisa Carrió –a quien nadie puede acusar de kirchnerista sin quedar en el lugar de la gastada– le soltó la mano a Macri y defendió la confirmación de la Cámara, y el socialismo y Fernando Pino Solanas y los suyos decidieron apuntar sus cañones contra el jefe de gobierno de la ciudad. El otrora hombre del bigote podrá insistir en su rol de víctima cósmica, pero a riesgo de parecerse al gallego del viejo chiste que, a contramano por Libertador, escuchaba por la radio a un locutor que decía que “un loco iba en contramano por la avenida” y él pensaba “más que un loco son miles”.
Un dato a tener en cuenta, también, es que “el abuso de poder” por parte de un gobierno es uno de los factores que más espanta a los aliados políticos, económicos y mediáticos. “Porque uno se convierte en aquello que defiende”, explica Riorda, ex decano de Ciencia Política de la Universidad Católica de Córdoba. Quizás aquí se encuentre la clave para entender dos hechos mediáticos: que Clarín haya decidido dejar el trato entre almohadones que le daba desde la asunción a Macri, y que Nelson Castro, a quien nadie puede acusar de kirchnerista, haya exigido en su programa de TN que el jefe de gobierno debe hacerse a un lado y tomarse una licencia mientras se realice el juicio.
¿Pero por qué Macri está dispuesto a abrir la caja de Pandora del juicio político después de rechazarlo durante semanas? Sencillo, cree que, con una mayoría propia holgada, puede acotar el escándalo en el tiempo: sueña con poder dormir tranquilo en febrero o marzo con una sentencia favorable en la Legislatura donde es primera minoría. Pero, claro, en una campaña electoral, “zafar” por peso político no es lo mismo que ser inocente, para la sociedad. Y, además, hay que tener en cuenta un par de datos: Aníbal Ibarra también tenía a priori un número favorable en la Cámara y terminó destituido, y su juicio no duró seis meses si no dos años. Con lo cual, la experiencia demuestra que muchas veces la dinámica política puede llevarse puesta todas las especulaciones previas.
Si de tiempos y de estrategias para lastimar se trata, la propuesta de formar una comisión investigadora por parte del legislador Diego Kravetz, uno de los hombres más experimentados de la Cámara, parecía más acertada que los vaivenes del resto de la oposición porteña que fueron y vinieron entre las dudas y las denuncias. La razón es sencilla: la investigación iba a durar unos meses y el dictamen, posiblemente, también recomendaría el juicio político, lo que podría haber extendido los plazos aumentando la agonía más allá de febrero y enlodando la campaña electoral de Macri. Por eso es que, después de lo ocurrido esta semana, sería bueno para sus propios intereses que las fuerzas antimacristas lograran tener un comando centralizado.
Lo cierto es que el jefe de gobierno quiere una salida rápida. Hoy, el bloque del PRO cuenta con 24 miembros de una alta heterogeneidad –lo que sugiere un bajo cariño por la disciplina partidaria–, pero 14 de ellos deben reelegir su mandato el año que viene, lo que los deja desguarnecidos y sin reparo ante los vientos políticos y la apertura del libro de pases electoral del año próximo –los peronistas como Cristian Ritondo, por ejemplo, de llamativa ausencia esta semana, y los miembros de partido Recrear María Eugenia Rodríguez Araya, Jorge Garayalde, Marta Varela y Diana Martínez Barrios podrían iniciar el descenso del barco macrista buscando un amor en otros puertos–. Además, un alargue del juicio podría debilitar a Macri en el tejido de las alianzas electorales: ¿por qué un gobernador justicialista se alistaría debajo de un candidato presidencial que no tiene su propia casa limpia? Abierta la caja de Pandora, entrarán a tallar en la Legislatura los incentivos políticos, económicos, simbólicos para conseguir votos a favor o en contra en la sala juzgadora, como ocurrió en el caso de Ibarra.
Por último, Macri agita el fantasma de Kirchner como el “hacedor” de todos sus males sin aportar pruebas. Logra, claro, aunar las simpatías de los antikirchneristas rabiosos, pero también aumenta la figura del ex presidente como un hombre que lo puede todo, una figura muy seductora en el imaginario político para muchos. ¿Pero le conviene al gobierno nacional que el jefe de gobierno porteño quede muy golpeado y fuera de carrera? Obviamente, no. Le conviene un Macri limado, desgastado, pero no fuera de la cancha. Le conviene un candidato que pueda robarles votos a las otras fuerzas nacionales y que disperse el voto en primera vuelta.
La caja de Pandora está abierta. Macri decidió ante la desesperación hacer como el soldado que fuga hacia adelante contra el fuego de las trincheras enemigas. En los próximos meses se sabrá si logró traspasar las líneas enemigas y salir del laberinto o si, como dicen en el campo, el destino fiero le dio un topetón como un chancho que le salió “dentre” los maizales.
Tiempo Argentino - 25 de julio de 2010
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