sábado, 5 de junio de 2010

Santa Maradona II

Hernán Brienza - Columna radial, Septiembre de 2009.

Hace mucho tiempo que no veo jugar tan mal al equipo de Argentina.
Me animaría a decir que no juega tan mal desde que Garré y Giusti lograban desgañitarme a puteadas limpias allá en pleno 1985, cuando la Argentina tenía su primaverita y yo merendaba a la vuelta del colegio con leche chocolatada y las galletitas panchitas sueltas que mi vieja compraba en una galletitería de esas que ya no existen.
O sea, no veo jugar tan mal a la selección desde que la veía en blanco y negro, porque la tele color llegó a mi casa para el mundial 86.
Argentina no juega a nada. No tiene conductor, le falta un diez -y a mí no me jodan, me estaré poniendo viejo, pero al fútbol se juega con 10-, la defensa no para ni a un burro muerto, Schiavi juega de 9 y Messi, que es el mejor jugador, no la ve ni cuadrada, Mascherano tiene empastadas las bujías del motor y Gago se olvidó de que la cosa redonda esa de cuero hay que pasársela a una persona que tenga la camiseta del mismo color que él y no a los de camiseta distinta.
La selección argentina parece la armada brancaleone, una manga de improvisados, que se juntaron para comer un asadito y después juegan con los empleados casados frente al equipo de los solteros.
Es cierto. Todo eso es cierto. Lamentablemente cierto. Desgraciadamente cierto.
Pero a mí me van a perdonar. Hoy no me voy a sumar al coro de detractores que realizan el escarnio público contra Diego Maradona.
Ya sé, ya sé. Maradona, posiblemente, no tenga altura para ser el DT de la selección. Ya sé, ya sé, Maradona es improvisado, y un patotero, y no hizo autocrítica y ayer maltrató a los periodistas y se puso en lugar de víctima y perseguido y en vez de hablar de fútbol, salió a atacar a quienes lo criticaban. Y dijo esa serie de cosas que se dicen en el barrio: que yo me la banco, que tengo aguante, que voy a dar hasta la última gota, que esto, que aquello.
O sea, dijo todo aquello que jamás diría un entrenador políticamente correcto, prolijo, ubicado.
Yo lo banqué desde el primer momento a Diego. Porque me parecía que si Diego llegaba, la vida todavía podía tener un poco de magia. Y cuando digo Magia, me refiero a que un tipo que viene bien de abajo, puede llegar a la cima del mundo. Y que puede desbarrancarse y pasearse por los infiernos. Y puede salir... y si salía campeón... si salía campeón todo era posible en esta vida grisecita de oficinistas que tenemos todos. Si Diego salía campeón el año que viene, cualquiera de nosotros podía levantarse a la piba linda del aula, cualquiera de nosotros podía conseguir ese trabajo con el que soñamos, y nuestros hijos podrían ser mejores que nosotros. Si Diego salía campeón, los gordos podían adelgazar, los faloperos podían dejarla un rato, los laburantes podían levantar cabeza frente al patrón y los suicidados podían dar un paso atrás frente a la cornisa esperando el milagro.
Ya sé, ya sé. Casi no estoy hablando de fútbol. Ya sé, ya sé, soy un sentimental. Un romántico del siglo XIX.
Pero ayer escuchaba los comentarios de los detractores de Diego y me daban un poco de asco: ¿Qué podés esperar de ese gordo drogadicto? ¿qué podés esperar de ese soberbio ignorante? ¿Y ahora qué va a hacer el pueblo peronista sin pan y circo?
¿Qué quieren que le diga? Diego será lo que sea. Pero quienes lo critican me dan un poco de asco. Bah, me dan demasiado asco.
Cuando lo eligieron a Diego como DT yo festejé. Lo dije públicamente. Ahora, que se vino la maroma. Que caen piedras de todos lados, yo lo salgo a bancar de nuevo. Después de todo, Diego me dio la mayor alegría que viví con la celeste y blanca. Y yo no me olvido. Tengo esa mala costumbre de no olvidarme de los amigos cuando están en la malas.
Posiblemente, perdamos con Perú y con Uruguay. Posiblemente, no vayamos al mundial de Sudáfrica. Pero, bueno, no es la muerte de nadie. O al menos no es la muerte de ninguno de nosotros. Sin embargo, puede ser el golpe más duro en la vida de Maradona. Yo no soy un come ídolos. A mí me gustan esos héroes literarios que son admirados por los pueblos. No soy de esos que no soportan la genialidad de los otros y necesitan verlos destrozados para ser un poquito menos mediocres ellos mismos.
Yo sé que es muy difícil. Yo sé que podemos quedarnos afuera. Pero yo tengo una última esperanza. Que ganemos contra Perú en el último minuto con un “cabezazo salvador de Pasarella”. Que Diego festeje la clasificación con los brazos en alto. Que vayamos al Mundial de “punto” y que volvamos de “banca”. Que vuelvan las panchitas con chocolatada, que las pibas lindas nos den bola a los destartalados. Y que se callen un poquito los que se alegran con la tristeza de los pueblos.

1 comentario:

  1. Muy bueno lo que escribiste, sigue teniendo vigencia con el paso de los meses. Diego y la selección nos dan esa alegría inexplicable, nos hermana y nos hace sentir que los festejos del Centenariono no terminaron, que la fiesta no acabó, que como dice Serrat, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha y que cuando esto termine volverá el pobre a su pobreza, el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas. Por ahora, disfrutemos!
    Saludos

    ResponderEliminar