Hernán Brienza
Mañana se cumple el Bicentenario de la primera aparición del diario La Gazeta de Buenos Aires, esa publicación pensada por Mariano Moreno para sostener la revolución de Mayo. Porque ese fue el objetivo principal del “padre del periodismo” criollo: que la prensa ilumine al pueblo y lo sume al gobierno de la nueva junta. No debe sorprender a nadie la misión oficialista que le otorga Moreno, ya que el periodismo es un oficio nacido al calor de las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX como la que él mismo proponía.
Mañana, se celebra, entonces, un nuevo Día del periodista, pero con ciertas particularidades: Desde hace muchos años, los trabajadores de prensa se percibían como parte de un bloque unificado contra el poder político de turno. Ese fue el modelo que imperó durante parte de los noventa y que comenzó a resquebrajarse a mediados de la actual década. Hoy, por primera vez en mucho tiempo, los periodistas nos encontramos divididos y enfrentados por cuestiones políticas que cuestionan profundamente el paradigma “profesional” –objetivo, neutral, aséptico- y proponen un ejercicio más recostado en la pluralidad de voces y en la honestidad intelectual de los comunicadores más que en la pretendida independencia.
Resulta significativo que para estas fechas, la Corte Suprema esté deliberando sobre la aplicación definitiva de la nueva Les de Servicios Audiovisuales –que terminará con la tirana decisión de que sólo el sector empresarial puede poseer medios de comunicación-y, los que es más trascendente aún, mañana, ingresará al banco nacional de datos genéticos las pruebas de Marcela y Felipe, los herederos de Ernestina Herrera de Noble, la dueña del poderoso multimedios, para determinar si son hijos de desaparecidos y, por lo tanto, si hubo o no delito de apropiación. La cuestión no es vana porque de demostrarse la existencia de ese crimen, demostraría no sólo la connivencia política y económica con la última dictadura militar por parte de Clarín –a través de tortuosa adquisición de Papel Prensa- si no también de la complicidad en la comisión de delitos de lesa humanidad. Y de esa sociedad surgió también la forma hegemónica de hacer periodismo en los últimos 40 años. Por eso sorprendió que, pese a la importancia del tema, el único diario que publicó esta semana la denuncia de que el Grupo “obstruía a la justicia” que realizaron las Abuelas de Plaza de Mayo haya sido Tiempo Argentino.
Mañana, el Día del Periodista, también estará teñido por los ecos del Bicentenario del 25 y la multitudinaria fiesta. Porque la evaluación política también se ha producido en los medios. Mientras Joaquín Morales Solá arremetió fuera de sí contra las celebraciones oficiales, Clarín y TN debieron salir a recuperar su clientela repitiendo hasta el cansancio los “festejos de la gente”, y Elisa Carrió convocó a los habitantes del Olimpo para sus habituales profecías políticas, las voces del kirchnerimo –Néstor, Cristina y Aníbal Fernandez- iniciaron un proceso de desapropiación del Bicentenario que logró: 1) Arrebatarle el discurso a la oposición respecto de a las celebraciones y 2) capitalizar el Bicentenario con inteligencia, es decir, se apropiaron, desapropiándose.
(Digresión: Lo que ocurrió durante los festejos del Bicentenario también fue un mensaje hacia el periodismo y que obliga a pensar los tipos de legitimidades que hasta ahora se habían manejado. A las mediciones de la patria encuestadora, a las de la patria mediática, se suma ahora ese silencioso y no demasiado homogéneo consenso que dijo presente sin demasiadas estridencias pero que cambió el mapa político nacional).
El Día del Periodista también encontrará a un gremio sumido en la pauperización laboral –el diario Crítica hace ya un mes que no sale a la calle porque la firma discontinuó el pago de los salarios de los trabajadores- y que también pone en cuestión la relación entre la entidad moral de las empresas y los discursos periodísticos que elaboran. Porque la libertad de prensa se defiende no sólo con editoriales bonitas sino también con las garantía de que los periodistas podamos realizar nuestros trabajos en un marco de dignidad.
Justamente, hacia ese marco de dignidad apunta la iniciativa del legislador Héctor Recalde de reglamentar la garantía constitucional prevista en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional que consiste en la participación del sector laboral en las ganancias de las empresas.
(Digresión 2: Recientemente voceros de la UIA recomendaron a Recalde que se vaya a vivir a Cuba. Pero más allá de la oportunidad o no de abrir un frente de conflicto entre el gobierno y el sector productivo de la economía, convendría recordar que el artículo 14 bis es apenas un injerto que la reforma de 1957 –realizada bajo la dictadura de Pedro Aramburu y con una asamblea en la que no habían participado ni el peronismo proscripto ni la UCRI, que se retiró de las sesiones- es decir, muy alejada de lo que podría considerarse una Constitución de corte socialista).
Por estas razones es que el Bicentenario de la Gazeta nos obliga a reflexionar sobre la situación del periodismo. Quizás para salir de la confusión, del ahogo, de la vanidad autorreferencial, de ciertas prácticas hipócritas, sería bueno que los periodistas abandonáramos la ficción de la objetividad y la independencia para abrazar esa vieja tradición criolla de los escritores públicos. Después de todo, es la escuela chusca, es cierto, pero honesta hasta la brutalidad, que cultivaron Moreno, José Hernández, Roberto Arlt y Rodolfo Walsh, entre tantos otros. Quizás sea un buen momento para reescribir el presente recuperando algunos guiños del oficio que nos llegan de nuestro pasado.
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