lunes, 24 de mayo de 2010
Moreno y el Plan del siglo XXI
“El mejor gobierno, forma y costumbre de una Nación es aquel que hace feliz al mayor número de individuos… Las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un estado, no sólo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil, cuando no solamente con su poder absorben el jugo de todos los ramos de un estado, sino cuando también en nada remedian las grandes necesidades de los infinitos miembros de la sociedad”. La frase no pertenece a un revolucionario centroamericano del siglo XX. Ni a un líder de alguna agrupación foquista de los años sesenta. El dueño de esa sentencia, que vibra, que reclama, que interpela, es el supuesto padre del liberalismo argentino: Mariano Moreno, ese hombre aliñado, prolijo y mofletudo de los cuadros escolares. Sus palabras sorprenden. Están talladas en el Plan Revolucionario de Operaciones, el texto más importante del proceso independentista, y, que en estos tiempos de Bicentenarios, es necesario revisar, actualizar, discutir, traer al presente.
El Moreno del Plan de Operaciones no es el fundador de la tradición liberal en la Argentina, como sostuvo durante siglo y medio la “historia oficial”. Ese hombre delgado, oscuro, con el rostro picado de viruela y ojos conspirativos –tan diferente al de los retratos administrativos- es quien dio el puntapié inicial de esa tradición que se denomina el pensamiento nacional y popular (¿revolucionario?) en la Argentina.
En otro párrafo del Plan, Moreno escribe con lucidez cegadora: “Una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del Estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, etc., producirá en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes”.
El documento es de agosto del año X. Pero nos invita y nos obliga a pensarnos a los argentinos de hoy. No existen posibilidades a equívocos: Bajo el influjo de Manuel Belgrano, Moreno escribió esos párrafos referentes a la economía y sentó –acaso sin saberlo- las bases del nacionalismo económico en la Argentina: proteccionismo e intervencionismo del Estado son los dos pilares que aconseja el secretario de la Primera Junta para el crecimiento del país.
Justamente, esas son las dos herramientas que han utilizado los gobiernos que, en mayor o menor medida, han continuado con la tradición morenista: José de San Martín en Cuyo y Perú, Manuel Dorrego, Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Arturo Illia, Raúl Alfonsín y el actual proceso político iniciado en el 2003. Porque si hay un termómetro que sirve para analizar el desempeño de los gobiernos a lo largo de doscientos años de historia, el esquema de Moreno es más que necesario: ¿concentración o distribución de la riqueza? ¿intervención del Estado en apoyo de un aparato productivo o asepsia absoluta para favorecer a los resortes especulativos de la economía?
Muchas de las políticas implementadas en los últimos tiempos: la Asignación Universal por Hijo, la jubilación para Amas de casa, el proyecto de ley para el matrimonio gay, la refinanciación de las deudas provinciales –que arrastraban pasivos desde los años noventa- y la desoligopolización de los medios de comunicación –el miércoles 18 la Corte Suprema de Justicia echará manos al asunto- traccionan claramente hacia la corriente “morenista”. Porque, por ejemplo, ¿qué hay más pernicioso para la sociedad civil que la comunicación “agigantada en pocos individuos”?
El Primer Centenario se encontró con un país fastuoso, arrogante, obsceno, con su población empobrecida, con la persecución a los inmigrantes con la inefable Ley de Residencia, con el fraude electoral como única herramienta de legitimidad política. Con fortunas “agigantadas en pocos individuos” y con un Estado mínimo y desprotector del aparato productivo industrial.
El clima cultural de los Bicentenarios es absolutamente contrapuesto al de 1910. Aún cuando los argentinos no hayamos podido resolver los problemas que acuciaron a la sociedad en los últimos cien años –a pesar de los intentos del yrigoyenismo y el peronismo históricos y del de cientos de miles de víctimas silenciosas que buscaron un país diferente-, el presente político no intenta celebrar con festejos profilácticos el “cumpleaños de la Patria”.
Hoy, los Bicentenarios –el proceso que celebra desde el chuquisaqueño 25 de mayo de 1809 hasta la declaración de la Independencia en 1816- están cargados de significado político. Lo que se discute es la matriz del capitalismo argentino para el siglo XXI. Y el autor del Plan de Operaciones formuló por primera vez la cuestión central que debemos hacernos al respecto, Siguiendo a Moreno un podría preguntarse: ¿será un Estado bobo que apadrine la concentración de la riqueza o será un Estado como lo soñaron Moreno, Belgrano, San Martín y Dorrego? Y por último ¿es necesario reescribir el Plan de Operaciones?
P.D: Moreno fue el periodista más importante de la Revolución de Mayo. Todo indica que murió envenenado en alta mar. En 1810 escribir era desgarrar y desgarrarse. Quizás, a doscientos años, ese, también, sea el signo de nuestro tiempo.
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